La corriente simboliza el reconocimiento del deseo, como sociedad nos sumergimos en una ferviente red de empatía ante el reconocimiento vital del deseo. Ese viaje de descarga que supera toda contención ideológica y todo refugio cultural.

El deseo, como un reconocimiento de polaridades que subyacen, entre seguridad emocional y libertad, entre reproducción de modelos y creatividad, entre ley y cambio. Sin embargo, aprendemos a desarrollar ese vínculo con el deseo a partir de una polarización, es decir, desde una distorsión: la de vivir la seguridad emocional como opuesta a la libertad, la reproducción de modelos como antagónica a la creatividad, la ley como enemiga del cambio. La polarización es el encanto de la exclusión, es decir, la pérdida de amor.

Bajo la atracción de deseo con un otro, el poder y juego de roles se disipa e invade cada molécula del vínculo. El reconocimiento y clarificación de aquello por lo que siento atracción, fascinación,  lejos de los estándares sociales impuestos. Casi como acción desmedida contraria, lo reconozco como poco valioso para otorgarlo, defino mi objetivo y en el mismo instante, reconozco la carencia de valor para determinar, que puedo alojarlo, contenerlo y hacerle espacio. 

 

Volvemos a poner a un otro culpable de que yo reconozco el deseo y desde afuera no me lo dan, la familia sagrada, ¿qué aspectos de mi masculino rechaza los deseos de mi femenino? “yo te pido, vos no me queres dar, y te lo ganó como prueba de amor.” La capacidad de discernir y describir a quién le digo que no. 

 

La fisura nuevamente se deja entrever, el reconocer un deseo y nuestro vínculo con él, es una invitación a sublimarlo, a aprender a experimentarlo, vivirlo para resonar con esa frecuencia, y así atraerlo a nuestro campo de acción. ¿Qué reconocimiento de un otro necesito confirmar para reconocer el deseo sexual? el deseo de satisfacción de mis necesidades.

 

Pulsión de dominación. el ejecicio de poder en el sexo y el deseo. Cuando el reconocimiento del deseo asusta a masculinidades prehistóricas, en donde el sentimiento de pérdida de poder, aflora en cada acto.

 

El reconocer que a través de un simple acto de pulsión creativa puede florecer la sublimación y canalización en un acto estancado y removido.

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