La epidemia como política. Nos remite a una manera de comprender un orden social, la epidemia remite a una fuerte conciencia social.

El confinamiento, responde a una forma de cómo las sociedades deciden enfrentar un episodio externo, ante un agente invasivo, desconocido e impredecible, se activan mecanismos de aislamiento, de reconocer la zona de confort que me acompaña y me abraza. Esos mecanismos que solemos definir como “soy así”, “no me sale o no puedo hacer esto”, etc.

la epidemia, excede lo que supuestamente fue su origen, como un detonante, un precipitador:  ¿No había en nuestra sociedades formas de anulación del otro? ¿Hasta qué punto no estaba sembrado?

Si un distanciamiento es físico, no social, en relación a la pandemia se necesita distancia física. La conectividad nos enmarca en un nuevo nivel y desafío de lo que consideramos lineal y espacio físico referencial. 

Expia nuestra responsabilidad, de manera de traslucir y blanquear, todo aquello que deseábamos mantener en su “correcto” funcionamiento, cuando la estructura ya se encuentra en ruinas. 

Entonces, ¿qué queremos fortalecer? ¿La creación de motivos o una nueva forma de ver las cosas? 

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