Existe algo que nos evocó la cuarentena, si es que es correcto continuar llamándola así cuando se trata de una metodología que nos acompaña desde marzo, y se trata de salir del molde, romper con lo impuesto o al menos con lo previsto.

 Desde unas de las áreas más golpeadas, como es la cultura, los teatros, el cine y el arte. Intentan volver al ruedo bajo metodologías nuevas e innovadoras, poco vistas y con los recaudos impuestos por el COVID-19.

Los límites del espacio personal, la expresión corporal e instrumental, se despeñan ahora en cuadrados finamente marcados en el suelo de las salas de teatro que implementan esta nueva manera de re-ritualizar al teatro.

O al menos bajo esta metodología encontraron el espacio Roseti y la sala ubicad en Riobamba, dos emblemáticos de la cultura.

Con precedentes como aquella obra dirigida en 2017 por Coulasso, jugando al máximo el dispositivo espacial, jugando con el público, tomándolos como protagonistas, desdibujando los límites entre los escenarios y las butacas de los espectadores. Sensaciones comunes e historias cotidianas puestas en escena extraídas de ejercicios en espacios públicos, se desempeñaban dentro de esta obra. Con este precedente

Hoy el protocolo de re-ritualizar del teatro, sin público, habita en un cuadrado delimitado con cinta de papel en el piso donde transcurre toda actividad esencial de los agentes artísticos, investigando una nueva realidad transformadora. Con turnos previstos y limpieza luego de la puesta en escena de cada unx.

Los espacios teatrales que vuelven a ser habitados, con cuidados higiénicos y todo el entusiasmo de volver a las tablas.

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