Las interrupciones al momento de estar enfocados en una tarea, la carencia de permanecer en un estado enfocado al realizar una actividad nos provoca placer, aunque ante las contínuas distracciones, internas y externas, se nos enaltece la falta de foco. Las repentinas y cotidianas interrupciones, como una corriente de agua que corre y se entorpece con una piedra, desviando su atención y su camino.

 

Lo titulan y encasillan en mindfulness, la repentina curiosidad de habitar el momento presente, casi como si se detuviera el tiempo, ¿cuántas veces se embarcaron en un sin fin de horas tras una tarea que provocaba pasión?

 

Dejarse correr por ese impulso, lejos de los juicios que nos evocan, las tareas pendientes que se encienden en nuestra memoria, las listas interminables del súper, las tareas pendientes del hogar. Resulta que ponerle foco a una tarea que nos apasiona, es un error. 

 

La carencia de estar presente para otros, cuando nos requieren de una presencia particular y propia, en aquella tarea que fantaseamos abordar y verla moviéndose frente a nuestros ojos.

Resulta imprescindible examinar nuestra mente, reconocer la presencia de todas esas tendencias y permanecer muy atentos para no incurrir en ellas.

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